Este es un fragmento de mi primer obra "Ángeles Encarnados: De luz y oscuridad"
Es únicamente el capítulo I, de la página 30 a la 39.
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“La torre norte”
Una pequeña luz iluminaba la habitación, en la pared casi de lado a lado colgaba una enorme lanza de punta dorada que lucía un cordel azul adornándola. Arriba del arma un escudo redondo de tamaño mediano con grabados de espirales bastante elegantes que tenía al centro un triángulo equilátero. En un rincón, recargada contra la pared, descansaba una enorme espada enfundada, su mango parecía hecho de marfil y oro, la empuñadura resaltaba al final con un triángulo con un ojo al centro del cual se desplegaban dos alas; El ojo era adornado con un diamante que parecía brillar con diferentes colores, como si observara el entorno.
Dos figuras se encontraban en el lugar, una miraba por la ventana y era realmente impresionante media poco mas de dos metros, su cabello rubio caía hasta cerca de los hombros, su mentón era cuadrado y su postura rígida lo hacia parecer una estatua, sin tomar en cuenta sus rasgos bien delineados como esculpidos por un gran artista. La otra figura podría lucir frágil en comparativa con el hombre que veía hacia fuera; su cabello rojo y quebrado, ojos verdes, facciones finas y hermosas. Su piel blanca resaltaba ante el plateado de la armadura de mallas que llevaba puesta. Una espada permanecía ceñida de su lado izquierdo y un galón de color blanco en su torso sostenía la trompeta del color de la armadura que colgaba atrás de ella.
-¿Qué ocurre Miguel? Luces preocupado- dijo la mujer observando el semblante del hombre que mantenía fija su mirada hacia la ventana.
-Solo medito Gabrielle- contestó el hombre sin voltear a verla.
-¿Respecto de que?- Gabrielle frunció un poco el ceño juntando ambas manos entrelazando los dedos, se inclinó un poco hacia delante prestando completa atención a la respuesta de Miguel.
Era la primera vez que ella le veía tan pensativo y su semblante realmente indicaba que algo le preocupaba, en todo el tiempo de convivir con su comandante y desde la primera batalla en la que ella había dado la orden de ataque, percibió a un Miguel seguro, lleno de fuerza y energía; Un guerrero invencible en todos los campos de batalla, al cual nada era capaz de amedrentarle o preocuparle. Sin embargo en esta ocasión Gabrielle pudo distinguir a un Miguel diferente, un guerrero que cuando menos en silencio existía algo capaz de inquietarle de alguna manera.
-El Consejo General Regente me ha ordenado que organice un escuadrón que viaje a los infiernos en misión de rescate del arrepentido- comentó Miguel.
-¿Meditas entonces en quienes son los mas adecuados para la misión?- preguntó Gabrielle observando a su comandante.
-Creo que es una trampa y temo que si designo el grupo solo los llevaré a un destino cruel y será la destrucción de aquellos hermanos que yo elija- dijo Miguel al tiempo que volteaba a ver a Gabrielle buscando quizá alguna palabra de apoyo o consejo.
-Di entonces a los miembros del Consejo que deslinden esa responsabilidad de ti- sugirió Gabrielle.
Miguel miró fijamente los ojos verdes de Gabrielle con gesto duro y negando con la cabeza caminó hasta detenerse frente a la gran espada recargada en la pared.
La mujer se levantó de la silla dirigiéndose hacia la puerta, y poco antes de salir solo dijo:
-Sé que tomarás la decisión correcta como siempre lo has hecho Miguel-
Miguel continuó observando su gran espada como si no hubiera escuchado las ultimas palabras que dijo Gabrielle al salir; quizá pensaba si habría de usar o no nuevamente la afilada y pesada hoja en contra de sus hermanos caídos en aquel viaje a los infiernos.
“Nergal y Belcebú”
Las aguas del pantano se removieron sin que se lograra observar que lo había provocado, algunas raíces de los árboles secos y podridos flotaban en el agua turbia. Una figura similar a un cocodrilo se elevó sobre el pantano hasta parecer que estaba de pie, aun dentro del agua y con movimientos pausados giró su cabeza en diferentes direcciones. Sus ojos rojos de negras pupilas dilatadas se clavaron en un oscuro punto de aquel paraje desolado, un zumbido se escuchó en dirección del río Stygia, un zumbido que se hacía cada vez más fuerte. La horrible criatura volteó instintivamente hacia el lugar donde provenía el sonido: una enorme masa negra se movía dirigiéndose hacia donde se encontraba aquel ser reptiloide. Cientos de moscas volaban en círculos zumbando ensordecedoramente encima de la figura erguida sobre el agua. El sonido se calló para permitir que una voz áspera hablara:
-Heme aquí con algunos de mis súbditos y fieles para reforzar al reinado de Estigia, como un favor del Regente de los demonios, Señor del caos, el gran Archiduque del Averno-
Aquel ser que hablaba iba enfundado en una larga capa negra con cuello alto, en su mano derecha sostenía un cetro de oro con el emblema de una mosca enorme que tenía como ojos dos rubíes perfectamente cortados, sus uñas eran largas y negras y su rostro delgado y alargado daba la impresión de alguien enfermo, que el color amarillento de su piel parecía confirmarlo.
-Agradezco el presente en nombre del Barón de Estigia, que tendrá siempre en gran valor que el mismo Belcebú ha venido en persona- dijo el ser reptiloide haciendo una leve inclinación a forma de reverencia.
-Mas les vale Nergal que mi esfuerzo no sea nulo, no dejen ir a ese desertor, así venga el mismo Miguel y setecientas legiones celestes- dijo en tono seco y duro el hombre de la capa mientras se desvanecía en un humo verdoso y fétido.
-Así viniera Miguel y siete mil legiones, yo los vencería solo, estúpido. Pero no vendrá él, sin embargo estoy listo para recibir a quien venga- Nergal hizo una mueca que intentaba ser una grotesca sonrisa al tiempo que volvía a sumergirse en el pantano, removiendo las negras aguas.
“Los siete voluntarios”
Las gotas resbalaban desbordándose sobre la fuente esmeralda, el piso de mosaicos adornaba la estancia. Dos puertas se vislumbraban en el fondo, y un barandal dórico terminaba de adornar aquel balcón. Abajo en el patio se habían congregado algunos ángeles; era el foro de comunicados como le llamaban, ahí era donde los líderes de cada hueste o área anunciaban los planes y daban las ordenes a seguir.
Una de las puertas se abrió y dos personajes conocidos hicieron su aparición tras ella: un hombre alto de cabellos dorados, armadura del color del pelo, que llevaba una gran espada en las espaldas y una hermosa mujer de cabellos rojos y rizados, ojos verdes y armadura plateada portando una trompeta a juego con la indumentaria. Ambos se acercaron hasta el barandal mirando por el borde, Gabrielle tocó su trompeta al tiempo que Miguel alzaba las manos, en cuanto se hizo el silencio hablo diciendo:
-Hermanos, les he hecho venir para informarles de una importante misión que nos atañe, Sariel ha suplicado le perdonemos y recibamos de nuevo en Sheol, sin embargo no puede llegar a la morada del Señor; pido hoy entre ustedes voluntarios para viajar a los infiernos a su rescate. Sobra decirles que es una tarea complicada sin mencionar que pudiera ser solo una trampa de los demonios, sea entonces sabido de aquellos que ofrezcan el servicio como una obediencia al Creador- los congregados se miraron uno al otro murmurando, hasta que del fondo se alzó una mano y se dejó escuchar un grito, que calló a todos:
-¡Yo iré!- el personaje caminó entre los demás, de porte imponente alcanzaba a medir casi dos metros y medio, su largo cabello negro recogido en una trenza contrastaba con la enorme capa blanca que abrochaba por delante con una turquesa que hacía juego con sus ojos azules y la armadura acolchada bordada en tonos dorados.
-¿Así que tú eres el primer voluntario Zerachiel?- dijo otra voz oculta entre la multitud.
Zerachiel buscó de donde provenía esa voz que le sonó tan familiar, hasta que logró ver como se acercaba hacia él una figura conocida ataviada en una armadura de acero oscuro, portando su inconfundible casco, su rostro duro y barbado. Lo miró directamente a los oscuros ojos y sonriendo le dijo:
-Te dije que iría por él, Uriel. Siempre cumplo lo que digo-
-Pues no irás solo, la flama de Dios irá contigo- comentó Uriel mirando a Zerachiel para luego desviar su vista rumbo al balcón.
Miguel solo se limitó a observar a Uriel un instante para después voltear su vista al personaje de cabellos y barba rojiza que se acercaba lentamente hacia los dos voluntarios.
-Estoy al servicio del Señor, por que para eso fui creado, sí mis habilidades son útiles deseo acompañarles- dijo Hamiel observando con sus ojos zarcos a Uriel y a Zerachiel, ambos solamente asintieron sin decir palabra alguna.
Un ángel que tenía la apariencia como de un joven de unos dieciocho años, cabello castaño corto, ojos claros, que llevaba puesto un peto de piel oscura y dos brazaletes también hechos de piel, se acercó tímidamente hasta donde se encontraban los voluntarios y dijo en un tono de voz gruesa que no correspondía a su apariencia:
-Sé que no pertenezco a la Guardia Celestial, no soy un heraldo y ni siquiera tuve una participación importante en la lucha por recuperar a Sheol de las manos de los rebeldes, sin embargo pido unirme a ustedes en esta cruzada donde les aseguro que daré lo mejor de mí-
Zerachiel miró al joven ángel un instante y sonrió mientras le preguntaba:
-¿Cuál es tu nombre muchacho?-
-Ragüel- dijo el ángel de cabellos castaños y vestimenta de piel.
-Bienvenido a la misión Ragüel- dijo Zerachiel animando al joven.
No acababa de terminar la frase cuando una mujer de cabello blanco y corto se acercó al grupo que se formaba. Sus ojos eran bastante extraños tan claros que parecían grises, su semblante era delgado y su piel pálida se perdía en la blanca túnica que vestía.
-Maestro, ¿Seré yo bien recibida entre ustedes y su cruzada?- la blanca mujer habló como dirigiéndose a todos, pero en verdad miraba el rostro de Uriel.
-No es mi decisión Phanuel sino tu libre elección, sin embargo me alegra ver que en la cruzada por rescatar a mi pupilo esta llena de rostros conocidos- dijo Uriel observando a Zerachiel, a Hamiel y a Phanuel.
-Mi elección entonces es acompañarle dómine- dijo la mujer de ojos grises.
Los cinco voluntarios se alinearon volteando hacia el balcón mirando a Miguel y a Gabrielle como esperando alguna orden, abajo se hizo el silencio entre la multitud; arriba Gabrielle le comentaba a su comandante:
-Deseo ir con ellos Miguel-
-No es lugar para ti Gabrielle, además ya van tres de las siete virtudes- dijo Miguel interrumpiendo la frase al observar como se acercaba Haziel al grupo de voluntarios.
-Deseo ofrecerme para acompañar a mis hermanos- dijo Haziel en tono fuerte mirando hacia el balcón en dirección a Miguel.
El comandante de los siete arcángeles frunció el ceño y cruzándose de brazos miró a Haziel desde su lugar.
-Tú estas en un periodo de prueba Haziel- dijo Miguel
-Que consiste solamente en estar en observación- contestó Haziel midiéndose lo más posible en el tono empleado.
Miguel guardó silencio un momento, parecía no convencerle la idea. Sus ojos claros miraban a los voluntarios; cuatro de los siete si incluía a Haziel, sería como haber decidido que los Heraldos de Dios realizaran la misión.
-Comandante, mi nombre es Haniel y he sido designada para permanecer al lado de Haziel durante su periodo de prueba, si él va a la cruzada por la cual se están pidiendo voluntarios mi deber es seguirle, aunque sea al mismo infierno- los pensamientos de Miguel fueron interrumpidos no solo por las palabras de Haniel, sino por el estrepitoso sonido de aplausos y gritos de apoyo ante la demostración del sentido del deber de la mujer de cabello castaño y ojos azules.
-Así sea entonces, los siete presentes, Zerachiel, Uriel, Hamiel, Ragüel, Phanuel, Haziel y Haniel irán por decisión propia en misión de rescate de Sariel a los infiernos. Cedo la responsabilidad del grupo en esta cruzada sobre Uriel, y les pido salgan inmediatamente a cumplir su cometido- dijo Miguel aun entre el vitoreo, para luego retirarse rumbo hacia la puerta. Gabrielle solo le miró alejándose sin comprender la razón por la cual su comandante no le había permitido unirse a la misión.
“Descendiendo a Estigia”
El lugar lucía desolado, diferentes tonos que variaban entre el ocre, el café rojizo y terracota coloreaban la tierra. De vez en cuando gases salían disparados provenientes del subsuelo causando explosiones. Rocas de todos los tamaños complementaban el extraño paisaje bajo un cielo completamente rojo.
Siete personajes enfundados en armadura arribaron sobre aquella planicie: Uriel con su ya tradicional armadura de acero oscuro y su casco, Zerachiel con la armadura acolchada en azul y oro, Hamiel la armadura de bronce, Ragüel con una coraza y un escudo de hierro, Phanuel portaba una armadura de escamas negra que hacía sobresalir su blanca piel y sus finos rasgos, Haziel llevaba su armadura de piel bermeja y remaches plateados además de unos guantes de arquero y Haniel portaba un peto, espinilleras y brazaletes hechos en acero frío.
Ahí en la primera región de los infiernos conocida como Averno comenzaba la búsqueda, en aquel lugar inmenso de apariencia desolada los siete enviados comenzaron a caminar al azar, sin rumbo determinado con el solo objetivo de encontrar a Sariel.
Avanzaron en silencio durante bastante tiempo hasta llegar a un acantilado y poco antes de alcanzar el borde una horda de criaturas aladas de piel negra, ojos rojos, garras y colmillos prominentes muy similares a un reptil, les bloqueaban el paso.
Uriel los observó realizando un conteo mental y viendo las salidas posibles, de un rápido movimiento corrió hacia la derecha al tiempo que gritaba:
-¡Ahora!-
Phanuel y Hamiel corrieron tras de Uriel cubriendo su movimiento mientras que Haniel y Ragüel se dirigieron hacia el lado opuesto; Zerachiel y Haziel se quedaron en el lugar que estaban y comenzaron a lanzar flechas, uno con la ballesta otro con el arco. Cinco cuerpos negros cayeron al suelo con una flecha que los cruzaba del cuello, los restantes se mantenían volando intentando reaccionar ante el sorpresivo ataque; cuando respondían la maniobra arrojando sus lanzas oscuras otros seis yacían a los pies del arquero y del ballestero. Tres lanzas rebotaron contra el escudo de hierro de Ragüel que se interpuso en la trayectoria para proteger a Haniel, una cuarta fue partida por la mitad por una de las espadas de Haniel poco antes de que pudiera incrustarse en el hombro de Ragüel. Hamiel desviaba los misiles a diestra y siniestra con sable y espada en mano, mientras Uriel combatía con los puños y en el aire a tres criaturas; Phanuel se elevó para auxiliar a Uriel en la pelea cuando una lanza negra le atravesó justo en medio de una de las alas desplegadas. El rictus de dolor acompañado por un grito fue la alerta para que Hamiel corriera a recibir en los brazos el blanco cuerpo de Phanuel, dos flechas se clavaron en la nuca de la última criatura que hacía por pelear mientras el resto huían despavoridos dando gritos y chillidos.
-¿Te encuentras bien Phanuel?- preguntó Hamiel mientras bajaba suavemente a la mujer herida al suelo.
-Sí, solo me duele un poco- contestó Phanuel tratándose de hacerse la fuerte.
El resto del grupo se acercó hasta donde se encontraban Hamiel y Phanuel clavando todos, su mirada en el ala de Phanuel; la oscura lanza había atravesado gran parte de la extremidad doblándola bastante consiguiendo quebrarla.
Uriel tomó el mango de la lanza y con la frialdad que lo caracterizaba la arrancó para luego decir:
-Las puntas suelen contener veneno no podremos avanzar más, hay que regresar para que sea revisada y curada-
Todos voltearon a ver el rostro de Uriel, sabían que no podrían continuar con la cruzada con Phanuel herida, sin embargo sus miradas indicaban que no deseaban regresar y declarar fallida la misión apenas en el primer anillo de los nueve infiernos.
Ragüel se inclinó para tomar en brazos a Phanuel y se colocó frente de Uriel mirándolo fijamente.
-Capitán no es necesario regresar todos, yo llevaré a Phanuel a Sheol para que sea atendida y pediré refuerzos si me lo permite-
Uriel asintió con la cabeza ante la sonrisa de los demás que se despidieron de Ragüel y Phanuel. Mientras los dos ángeles ascendían los otros cinco brincaron al interior del abismo para continuar con la búsqueda.
Mientras descendían a una velocidad impresionante se adentraban cada vez más al siguiente anillo y al siguiente sin que se viera nada mas que solo oscuridad del abismo (en ese lugar las distancias no son como en la tierra) hasta que en el quinto anillo pudieron detenerse en un pedazo de tierra húmeda y lodosa.
La vista del lugar no era mucho mejor que en el Averno: un aire frío se percibía en el ambiente, un cielo oscuro y sin estrellas era el preámbulo de una tierra donde había árboles retorcidos casi petrificados, el suelo era fangoso y algunas porciones de tierra permitían la formación de entradas cavernosas. Si, los ahora cinco enviados habían arribado al quinto infierno.
-Bienvenidossss a Essstigia- dijo una voz aguda y chillona.
La criatura alcanzaba apenas el metro de estatura, su piel era verde y escamosa, tenía un par de ojos enormes en color gris muy similares a los de una rana, seis extremidades acompañaban su regordete cuerpo y una cresta lamosa y maloliente sobresalía desde su cabeza recorriéndole toda la espalda.
-Buscamos a alguien- dijo Uriel observando atento a la criatura.
-Quizzzasss Ssszzuano sssepa- respondió la criatura siseando y lamiéndose la boca con su lengua viperina tan oscura como sus ojos.
-Buscamos a Sariel- dijo Zerachiel sonriéndole.
Szuano se cruzó con dos de sus brazos mientras se llevaba una de sus manos libres a la cara, y con la cuarta mano señalo hacia unas cavernas.
-Sssariel esssta ahí- dijo en un tono lento y desesperante.
Los cinco enviados comenzaron a caminar atentos a la criatura que solo observó como se alejaban y entraban a la cueva. Cuando el último hubo entrado Szuano esbozo una sonrisa que se fue transformando en una risilla que explotó al final en una gran carcajada que se perdió en el frío y se volvió burbujas bajo el agua estancada de los pantanos.
La cueva era más grande por dentro de lo que pudiera parecer observada desde el pantano, el techo se alejaba hasta casi los diez metros dejando ver algunas otras entradas. El ambiente era frío y algo húmedo, ni una sola luz lograba colarse hasta el interior donde las estalactitas y estalagmitas le daban un aire más lúgubre aun.
-Formación estrella- ordenó Uriel quedándose parado.
Inmediatamente y con sincronía perfecta a unos metros detrás de Uriel se colocaron Zerachiel y Hamiel en posición defensiva, mientras que Haziel y Haniel se acomodaron metros mas atrás haciendo lo propio. Aguardaron en esa posición durante un largo rato, todos en silencio como escudriñando la oscuridad con sus miradas, Uriel vigilaba atento el frente, Hamiel el lado derecho, Zerachiel el flanco izquierdo, Haniel cubría la retaguardia, mientras Haziel observaba el techo.
Avanzaron varios metros hacia el interior de la caverna en la misma formación hasta que llegaron a un cruce done el camino se ensanchaba, cuatro pebeteros iluminaban tenuemente el lugar con llamas azules.
Un ruido como de pasos se dejó escuchar y puso alerta a los cinco enviados, justo frente a ellos un grupo de criaturas armadas con lanzas y espadas se detuvo; el que parecía el líder portaba un atuendo de color rojo brillante.
Sus ojos eran amarillos, su piel blanca, su cabello y barba eran negros y espesos. Una corona enjoyada con piedras rojas y gemas lucía sobre su cabeza.
-Vaya, vaya ¿A quienes tenemos aquí?- dijo el ser vestido de rojo expandiendo sus dos enormes alas negras.
-Nos conoces bien Akiael- dijo Hamiel en tono serio muy a su estilo.
-No me llames así muchacho, ese nombre quedo perdido hace mucho tiempo. Llámame Satanakia, Barón de Estigia- dijo el ser de la corona enjoyada mientras hacía un gesto de repulsión.
En ambos bandos se lograba percibir un grado fuerte de tensión: las manos se veían cerca de las armas, las miradas iban de un lado a otro buscando quizá los puntos débiles del contrario.
Algunas de las criaturas se cuestionaban la razón por la cual no habían atacado ya, sería fácil, ellos los superaban en número. Uno de los seres no lo pensó por más tiempo y se abalanzó directamente sobre Uriel solo para encontrarse con una flecha del arco de Haziel en el hombro, y una saeta en la frente proveniente de la ballesta de Zerachiel. Murmullos y movimientos vinieron después, mismos que fueron detenidos por un grito tan fuerte como la erupción de un volcán.
-¡Alto todos!- ordenó el líder a pesar de las protestas.
Los cinco enviados se mantuvieron en la posición defensiva, aun con las armas afuera, listos para cualquier movimiento hostil.
-No hemos venido a pelear- dijo Uriel hablándole tanto a los demonios como a los ángeles.
-¿Ah no? ¿A que han venido entonces Uriel?- pregunto sarcástico Satanakia.
-Venimos para llevarnos a Sariel- contestó Uriel.
-Mmmm, ¿Sariel dices? No lo sé creo que fue cambiado a otro infierno, a Caina creo- dijo Satanakia burlesco.
-Sabemos que esta aquí retenido por ustedes- dijo Haniel
Satanakia solo observó de reojo a Haniel para volver la mirada a Uriel.
-¿Qué te parece si esto lo discutimos en privado Uriel? De mensajero a gobernante- dijo Satanakia mientras señalaba a Uriel primero y después a sí mismo.
Uriel volteó a ver a sus compañeros, confiaba en ellos al igual que tenía la seguridad que no tardarían en llegar los refuerzos que enviarían de Sheol. Volteó de nuevo a ver a Satanakia y solo asintió con la cabeza.
Un grupo como de quince criaturas escoltaron a Uriel y a Satanakia, el resto se quedó frente a los ahora cuatro enviados, mientras se alejaban Uriel alcanzó a decir:
-Quedas a cargo Zerachiel-
-No te preocupes Uriel, ninguno de los míos les hará nada a tus muchachos, te doy mi palabra- comentó Satanakia mientras se perdían en la oscuridad
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